Tres espectros gravitaban en el horizonte de Venezuela: la invasión militar, el golpe de estado y la violencia callejera. Requerimos de un gran esfuerzo para neutralizar esta trilogía fantasmagórica y transformarla en un aprendizaje democrático que devuelva la esperanza en un país mejor. A nuestro favor ahora  están la inteligencia, la tenacidad y el buen ánimo de las grandes mayorías nacionales que  hoy se manifiestan en contra de todo lo que no sea democrático.

La polarización despiadada, la sordera de un gobierno terco y testarudo, y las ansias de poder de algunos políticos pretendían socavar la democracia Venezolana. Mientras unos llamábamos al dialogo para buscar salidas democráticas, pacíficas y constitucionales, dolía ver con que insistencia algunos pretendían introducir a Venezuela en un conflicto con un desenlace incierto.

La democracia presupone diversidad, alternancia, cambio. Es un sistema de ensayo y error para escoger igualitariamente a quienes lo pueden hacer mejor en beneficio de toda una población. Grave corrupción carcome la democracia cuando se intenta instaurar el engaño de que no votando podemos resolver nuestros problemas. Una democracia auténtica supone la posibilidad real de premiar o castigar las ejecutorias de los representantes y de los partidos políticos al momento de renovar los cargos de dirección del Estado. El gobierno de la vida social no puede recaer en quienes hacen de la trampa y él engaño una forma común de comportamiento.

La rabia y el odio acumulados entre “viejos enemigos” debe tener en el dialogo un desfogue reglado que evite nuevas violencias. Los medios de comunicación pueden cumplir un papel primordial para la reconciliación, no alimentando la apetecible rencilla, así la tribuna la busque y celebre. No es fácil hacer del debate político un escenario donde prive el intercambio de razones y no de lesiones. Ahí radica precisamente el desafío: en no sucumbir al amarillismo y al morbo, en fomentar la discusión pública racional. ¿Quién negaría la rentabilidad electoral de exacerbar odios o cultivar miedos? En eso siguen andando algunos, debemos derrotarlos

Buscar el apoyo de la voluntad mayoritaria en planes y proyectos para los pueblos, bien sustentados sobre los grandes problemas nacionales supone madurez y arduo trabajo, y es en eso que debemos concentrar todas nuestras fuerzas.

Espantar los fantasmas de la violencia, la invasión militar y el golpe de estado es un objetivo ambicioso, pero no inalcanzable. La pasión y la constancia que le pongamos a esa tarea iluminaran el sendero; también lo harán la alegría y la capacidad de perdón de generaciones cansadas del resentimiento y la arbitrariedad.

El desafío no radica en la magnitud de los espectros sino en la ausencia de una voluntad unificada para ahuyentarlos. Por fortuna, una población que no ésta dispuesta a dejarse engañar de nuevo posee la imaginación, decisión y las ganas  de lograrlo. Sesenta y tres años desde aquel 23 de Enero de 1958 han pasado y la  construcción de una accidentada institucionalidad democrática, sirve de antídoto contra la violencia y la mentira, venga de donde venga, y por poderosas que ellas parezcan serán vencidas, por los que somos demócratas y no estamos dispuestos a perder nuestras libertades.

Debemos darle fuerza al musculo de la racionalidad y de la sensatez de quienes definitivamente creemos en la democracia

Valor y pa’lante

Marco Antonio Villarroel

Secretario Político Nacional

Soluciones para Vanezuela