La más sentida aspiración que tenemos los venezolanos es superar la crisis que desde hace tiempo padecemos. Eso quieren los agricultores que no consiguen semillas, ni fertilizantes, ni créditos para sembrar. Es lo que claman los ganaderos quienes no pueden atender sus fincas por temor a secuestros, a amenazas y a la inseguridad generalizada en el campo y en estados fronterizos.

Salir de esta crisis es lo que reclaman las amas de casa, mortificadas por lo que cuesta hacer un mercado, por el alto costo de la vida, impotentes ante las privaciones que sufren sus hijos y el deterioro de la calidad de vida y la salud de sus familiares.

Salir de la crisis es el clamor de todo un país que se desgasta en las colas para poner gasolina y en tocar puertas de uno y otro hospital hasta conseguir alguno donde funcione el aparato para la resonancia magnética que el familiar necesita.

Salir de la crisis es reactivar el aparato productivo y poner a funcionar los servicios públicos. Es poner de primero en la agenda la recuperación de la industria petrolera, la producción de alimentos, el restablecimiento del sistema eléctrico nacional, el suministro de agua potable a todos los vecindarios del país, la recuperación del parque de busetas, autobuses y unidades del transporte público de pasajeros, y de manera urgente restablecer la distribución eficiente y oportuna de gas doméstico.

Salir de la crisis es que Venezuela funcione. Es devolverle valor al salario que hoy se vuelve sal y agua. Salir de la crisis es que cada familia venezolana tenga ingresos dignos para mantenerse y realizar sus proyectos de vida.

¿Cómo puede entonces explicarse que ante esta situación que une a todo un país que con diferentes voces y propuestas busca superar el oscuro momento que vivimos haya surgido y se haya mantenido un grupo que desde hace años plantea que la solución a nuestros problemas es agravar la crisis? ¿Cómo entender este sin sentido de una tesis política que busca empeorar las cosas y que, además, le dice al país que eso es lo que le conviene?

Aunque parezca insólito, nuestro país vive esa tragedia adicional. El extravío que producen el odio y la ambición enloquecida de una extraña élite nos ha llevado a ese punto límite.

Se han empleado a fondo con sus relaciones políticas internacionales para aislar a Venezuela, para impedir que otros países compren nuestro petróleo, para prohibirnos la libertad de comercio. Y así sus diligencias de todos los días en foros económicos y políticos del mundo son para que nadie le compre a Venezuela, para que nadie nos venda producto alguno. Promueven a diario la asfixia económica de nuestra nación.

Cada día reclaman más sanciones contra nuestro país. Son los autores intelectuales del bloqueo económico. Sus planes y expectativas son perversas: si nadie compra petróleo venezolano, el Estado no dispondrá de ingresos y por tanto perderá toda capacidad de respuesta. No podrá atender reclamos de agua potable, de carreteras, de dotación de hospitales. Tampoco podrá dar respuesta al urgente mejoramiento de contratos colectivos de trabajo, de sueldos y salarios.

Todo ello incrementará el ya extendido descontento nacional y producirá las revueltas, implosiones, confrontaciones y desajustes que darán al traste con el gobierno. Eso lleva ya unos cuatro años de alta intensidad y no tienen en sus planes bajar el tono. No les importa llevar el país a la ruina más absoluta. No les importa que la gente pase hambre. Después de todo, no les importa la gente. Les importa el poder, a como dé lugar, como sea.

En Soluciones para Venezuela tenemos clara esta coyuntura histórica. Somos promotores del cambio. Hemos planteado una nueva política económica basada en incentivos a los agricultores, a los criadores, a los pescadores. Somos partidarios del mayor apoyo a nuestros industriales. Creemos urgente la asistencia científica y tecnológica de nuestras universidades al sector productivo. Reclamamos una economía competitiva, abierta, que fomente la oferta de bienes y luche contra el alto costo de la vida.

Estamos comprometidos con el cambio para bien, para que el país mejore. Ello implica plantear modificaciones de fondo a políticas económicas fracasadas y a una concepción autoritaria del Estado que creyó que la economía funcionaba con amenazas y con coerción. Insistiremos en esos cambios de políticas y promoveremos acuerdos para que Venezuela produzca, genere puestos de trabajo y calidad de vida.

Pero ese cambio no lo vamos a lograr agravando la crisis, empeorando las cosas. No tiene sentido ese esquema antipatriótico y diabólico.

Lo que está planteado es escuchar la voz del pueblo que quiere cambios. Lo sensato es ver alrededor de todos y constatar el hundimiento del país en la pobreza y la miseria, es decir, el fracaso de las políticas de las últimas décadas. Lo responsable y patriótico es emprender un proceso serio de rectificación y de reorientación de equivocadas y dañinas políticas económicas. Lo serio es cambiar los modelos de administración de servicios públicos que en manos de preferidos y de cerradas burocracias se han extinguido: no hay gas, no hay agua; no hay luz; no hay transporte público de pasajeros; los hospitales funcionan con deficiencia, al igual que liceos y universidades.

Lo patriótico es convocar a todos los sectores conscientes a participar en la superación de la crisis, sólo que ahora el trabajo es doble: por una parte, convencer y dejar atrás intereses privilegiados y posturas dogmáticas que se resisten al cambio y, por otra parte, enfrentar con firmeza las andanzas antivenezolanistas de esas élites que encompinchadas con intereses extranjeros no tienen interés alguno en salir de esta grave crisis. Por lo contrario, han agravado la crisis como estrategia de alcanzar el poder para sus oscuros intereses.

En la superación de estas negativas circunstancias está comprometido Soluciones para Venezuela.

Claudio Fermín | @claudioefermin

Publicado en Ciudad CCS el 5 de octubre de 2020