El próximo mes de diciembre los venezolanos celebraremos otras elecciones. En esta ocasión para escoger a los diputados a la Asamblea Nacional, cuyo mandato se vence al cumplir cinco años de haber sido electos.

Esta circunstancia vale la pena aprovecharla y dotar al país con un cuerpo legislativo que funcione. Desde el año 2015 el Parlamento venezolano ha dejado mucho que desear. Su labor ha sido nula.

Venezuela necesita una nueva Asamblea Nacional, una que promueva entendimientos y acuerdos entre los diferentes sectores del país.

Esa orientación positiva es la que requerimos para sacar de abajo la economía, para diseñar rectificaciones en la administración de los servicios públicos y para desatar los nudos de conflictividad que obstruyen la normal toma de decisiones públicas.

Queremos una Asamblea Nacional en la que los diferentes partidos políticos allí representados den prioridad a procesar las demandas de todas las entidades federales, que en los más apartados municipios y parroquias se sienta y se constate que sus problemas y necesidades constituyen la agenda diaria de trabajo de los parlamentarios.

Esa nueva Asamblea Nacional debe tener como interlocutores del día a día a productores agropecuarios, comerciantes, industriales, académicos y deportistas, transportistas, petroleros, promotores culturales y a rectores de nuestras universidades.

Esos y muchos otros referentes de la vida nacional, portadores de legítimas demandas ante los poderes públicos, urgen de una Asamblea Nacional de puertas abiertas que atienda sus solicitudes y planteamientos.

Aspiramos a una nueva Asamblea Nacional que haga suya las aspiraciones de los trabajadores y de los sindicatos, que se familiarice con los justos reclamos de los consejos comunales y de los centros de estudiantes, que se convierta en el epicentro del debate de las necesidades de nuestro pueblo y que trabaje con la mirada puesta en ofrecer soluciones.

La Asamblea Nacional que en pocos meses termina su mandato nada ha resuelto. Estos últimos cinco años se le fueron en conflictos interminables, uno tras otro. No hay sector del país que pueda decir que fue reivindicado por la gestión de esos parlamentarios.

No hay leyes que mostrar en beneficio del pueblo. No hubo propuestas concretas al Poder Ejecutivo para reorientar el funcionamiento de la administración pública ni para corregir el rumbo de la economía. Todo en esa Asamblea Nacional fue violencia y retaliación. No entendieron que los problemas del país van primero que los odios que se profesan entre ellos.

La nueva Asamblea Nacional debe tener una orientación distinta. Debe estar dirigida con lucidez y con la determinación de buscar soluciones a la crisis que vivimos.

Debe requerir el concurso de los mejores talentos del país para trabajar en proyectos que den respuesta a las justas aspiraciones de nuestro pueblo. Debe ser un espacio en el que todas las voces sean escuchadas y sus planteamientos no caigan en saco roto.

Necesitamos otra Asamblea Nacional y ese reto está en nuestras manos.

Claudio Fermín

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Publicado en Ciudad CCS el 29 de junio de 2020