El discurso, por motivador que sea, por mucho que comprometa, puede estar lleno de medias verdades y de deliberadas mentiras para mantener la cohesión de quienes son el soporte de una acción política.
Ese discurso acomodado a conveniencias políticas es una falacia y un obstáculo que debemos sortear para entre todos salir de la terrible crisis que atravesamos, unos reclamando lo que creemos importante, incluso si eso contraviene acciones de otros quienes también trabajan por el cambio. Otros, tomando decisiones valientes, aunque cuestionen políticas y prácticas que desde el gobierno se han desarrollado y que necesario es reorientarlas o cesarlas.
Voceros del gobierno del presidente Maduro y dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela han sostenido que las sanciones políticas y económicas que contra nuestro país se han tomado son criminales y lesionan severamente la economía y los niveles de vida de nuestra población. Estamos completamente de acuerdo.
Sin embargo, desde varias instancias del gobierno y del PSUV afirman que hasta que no se eliminen las sanciones y el bloqueo económico nada se puede hacer en beneficio del pueblo. Eso no es verdad. Hay que sincerar el discurso. Hay que hurgar en la realidad y tomar decisiones por las que el país espera.
Así como la economía se encuentra bloqueada desde el exterior porque potencias salvajes sabotean la venta de nuestro petróleo, impiden que nuestros barcos atraquen en puertos de otros países, niegan a Venezuela financiamiento de organismos multilaterales creados para asistir a países necesitados como el nuestro, en fin, conspiran contra el bienestar de los venezolanos, de esa misma manera la producción y el comercio venezolano se encuentran bloqueados “desde adentro” por el sistema, las propias autoridades, por el mismo gobierno.
Montar una empresa y mantenerla en funcionamiento es un calvario. La permisería, los abundantes e innecesarios trámites, la matraca, comisiones y negligencia de muchos funcionarios municipales, regionales y nacionales es una grosería. Lo de las alcabalas es una vergüenza. Los propios guardias le cuentan a los matraqueados que tienen que hacer eso para la comida en el puesto de vigilancia, para su ropa y su calzado, es decir, para poder trabajar.
Gruesos libros pueden llenarse con casos de expropiaciones que no se han pagado, con deudas a proveedores y a contratistas que mandaron a la quiebra y que en algún momento un funcionario “benefactor” les ofreció que se tranzaran con la mitad del pago y dejaran el asunto de ese tamaño. Algunos pudieron rescatar algo porque incorporaron como socios a los pagadores. La corrupción es una tara ética, sin duda, pero también opera como obstáculo a la iniciativa empresarial, las reinversiones y a la generación de empleos.
Todo el mundo sabe que los civiles compiten en desventaja en la siembra, en la ganadería, en la industria, en las exportaciones, en todo. Portar uniforme es una grosera y gran ventaja. Y casi todos los espacios económicos están reservados al Estado. El ciudadano es un extranjero en sus espacios económicos naturales. La Constitución prohíbe los monopolios, pero el Estado se burla de eso. Es dueño de todo.
Por otra parte, dirigentes políticos de oposición dicen que nada cambiará si no salimos de Maduro. Con él de Presidente todo está condenado al fracaso y por tanto está justificada toda acción para un cambio de gobierno: golpes de estado; invasiones militares; agitación sostenida para promover implosiones sociales; torcidas decisiones políticas como la declaración de ausencia absoluta inexistente del Presidente, o delitos políticos como la presidencia provisoria. Piden extremar el bloqueo. Todo se vale para sacar a los empujones a Maduro.
Además de antipatrióticas y antidemocráticas, esas acciones son una estafa de desesperados.
La fecha para elegir Presidente está clara. Maduro fue electo el año 2018 y el período presidencial establecido en la Constitución es de seis años. Lo demás es un engaño y una provocación para incrementar la espiral de conflictos que conviene a la estrategia de agravar la crisis, desestabilizar y generar caos para tirar una parada.
Desde Soluciones para Venezuela hemos llamado al diálogo con profunda convicción. Es una manera de recuperar la convivencia, de construir democracia. Es una oportunidad para que todos podamos incidir en las decisiones del país, quienes ganaron elecciones y quienes las perdimos. Es un procedimiento transparente para promover la participación popular. Se pueden introducir cambios si aprendemos a ponernos de acuerdo con desprendimiento y con inteligencia.
No es verdad que haya que esperar hasta las próximas elecciones para alcanzar los cambios de los que urgimos. La Democracia es muy rica, abre grandes posibilidades de cambio, pero hay que estar a la altura de ella. Los espíritus revanchistas y dogmáticos no están capacitados para impulsar las democracias. Sólo dominan el arte de la perpetuación de los conflictos y la aniquilación del contrario.
Es la hora de otra línea discursiva y de otras acciones. Es la hora del reencuentro y del diálogo. El cambio siempre es posible. Todos los días podemos lograrlo si estamos preparados para ponernos de acuerdo. No hay que esperar el día de las elecciones.
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Publicado en Ciudad CCS el 8 de febrero de 2021