Han salido a la luz pública cifras de encuestas sobre la propensión a votar el 6 de diciembre. Unas pronostican que los dispuestos a votar no pasan del 25%. Otras dicen que entre 30 y 35% está la estimación de los votantes para las elecciones parlamentarias. Otra, que no pasarán del 12%.
Otra casa encuestadora, muy dada a promover sus estudios, señala que los votantes seguramente pasarán del 40% “si las condiciones mejoraran”.
Lo cierto es que ya las empresas encuestadoras comenzaron su propio show. Se promueven más que los propios partidos y candidatos.
Y a usted, que está resuelto a votar, que sabe que la abstención se ha convertido en la llave maestra del continuismo, le cuesta entender cómo mucha gente se abstiene una vez; se abstienen de nuevo y hacen de su absentismo electoral una línea de conducta, como si con eso hubiesen logrado algo en el pasado.
Saben que la abstención ha sido una estafa política. Saben que no funciona para cambiar el poder. Saben que quienes promueven la abstención lo que quieren es ser señalados como la oposición dura, la que nada tiene que ver con los gobernantes, ni con las instituciones.
Promueven la abstención para hacerse una imagen de intransigentes y con ella ganarse la confianza de poderosos factores económicos y sectores políticos extranjeros que financian, sostienen y apoyan al extremismo para organizar levantamientos, golpes de Estado, o una invasión militar extranjera. La abstención es para esa élite política su modus vivendi. De eso viven. Y viven bien.
Eso explica la conducta de un grupito que se beneficia promoviendo la abstención para ahondar la distancia entre el ciudadano y las instituciones, para atizar el descontento y la conflictividad política y, en general, crear las condiciones anímicas y psicosociales para una implosión y para una salida violenta.
Pero, ¿por qué gruesos sectores de la colectividad le hacen el coro? ¿Por qué gente de a pie sigue apegada a la abstención sabiendo que no conduce al cambio y, por lo contrario, facilita el continuismo de quienes están en el poder?
La condición gregaria de los seres humanos nos da pistas para encontrar la respuesta. Vivimos en grupos sociales. Somos parte de una familia y de un vecindario. Pertenecemos a la audiencia de una emisora de radio, como también a grupos de WhatsApp y a clubes deportivos.
En muchas de esas instancias se ha convertido el no votar en una opción moral. Astutamente llevaron a esos grupos a creer que “lo honesto” es no votar. Votar es de sinvergüenzas, de deshonestos. Han inoculado ese nuevo valor político. La antipolítica se ha jugado su mejor carta: “hacer política es repugnante y votar, elegir políticos, es un asco”.
Han invertido millones de dólares y muchos años en sembrar esa semilla y en manipular a la gente para hacerle creer que la única forma “honesta” de promover el cambio es la violencia, la conflictividad. Quien no esté dispuesto a agredir físicamente al otro, a aniquilarlo y a extinguirlo políticamente, es sospechoso de ambiguo, es deshonesto.
Como a nadie le gusta ser rechazado por su grupo, ha operado un proceso, que ya tiene años, de sacrificar el derecho a la participación política a cambio de ser aceptado por el grupo.
Es una nueva praxis política. El chantaje moral, la coerción grupal, y la descalificación permanente de quienes se salten estos perversos códigos han sustituido el tradicional proselitismo que busca adhesiones por afinidades ideológicas o la defensa de intereses comunes.
Además, a nadie le gusta que le digan que es minoría, como se lo hacen sentir las casas encuestadoras día a día. Esas empresas no sólo “informan” inocentemente sobre los resultados de sus investigaciones. También les dicen a los ciudadanos: “No seas parte de una minoría. No votes.”
La nueva masa abstencionista no adhiere un programa, no tiene afinidades políticas específicas, no defiende un particular interés vecinal o económico. Repite sin cesar, de caletre, que hay que lograr mejores condiciones, sin percatarse de que tenemos una nueva correlación política en el recién designado Consejo Nacional Electoral; hemos alcanzado la representación proporcional y está en vigencia la paridad de sexos: igual cantidad de candidatos mujeres que candidatos hombres.
Desde Soluciones para Venezuela llamamos a no hacerle el juego a quienes encontraron su mina de oro al venderse como operarios de potencias extranjeras, de la violencia política y de la falacia según la cual el único cambio posible es “cambiarlo todo, cambiarlo ya y cambiarlo violentamente”.
Desde Soluciones para Venezuela llamamos a la participación, a defender el derecho que tenemos a involucrarnos en la toma de decisiones públicas y a comprender que el voto es uno de esos espacios de influencia política del que no debemos estar ausentes. Hacerlo es dejar que los demás decidan por nosotros. No aceptemos el chantaje de quienes pretenden mostrarnos como torcidos o débiles porque queremos expresarnos y reclamamos tener representación para defender nuestras justas aspiraciones económicas y sociales.
Salgamos a votar con la frente en alto y a recuperar el país que hoy confundido sucumbe en la desesperación y la pobreza. Vamos a hacerlo. Por Venezuela.
Claudio Fermín
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Publicado en Ciudad Ccs el 14 de septiembre de 2020