En Cojedes, como en buena parte del país, se ha hecho costumbre que el llamado al voto se convierta en una obligación emocional, más que en un ejercicio de conciencia.
Nos dicen que hay que votar “porque no sé quién necesita ayuda”, “porque si no ganamos, los problemas se estancan”, o porque “el equipo necesita fuerza para seguir resolviendo”.
Pero… ¿y el ciudadano? ¿Dónde queda en todo esto?
¿Por qué nadie ha respondido —con sinceridad y respeto— a la pregunta más importante de todas?
¿Por qué votar, cuando la esperanza parece costar tanto?
La respuesta no está en la promesa de obras, ni en slogans reciclados. Está en algo más profundo. Votamos porque queremos recuperar la sensación de que lo que hacemos importa.
Porque estamos cansados de que las decisiones se tomen sin nosotros. Porque ya basta de la resignación como único plan.
Votamos, porque en cada calle sin luz, en cada escuela abandonada, en cada anciano que hace cola para cobrar una pensión que no le alcanza… hay una razón para exigir una representación más humana y más decente.
Votamos, no porque creamos en la magia de una elección, sino porque es la única manera pacífica que aún tenemos para dar señales de vida colectiva.
Y sí, se vota también por estrategia, se vota por organización, se vota para dejar de ser testigos y convertirnos en actores de lo que viene.
Este domingo no está en juego un nombre.
Está en juego la posibilidad de que se escuche una voz diferente en el concejo municipal.
Está en juego la oportunidad de acompañar los problemas, no con excusas, sino con soluciones.
Está en juego la voluntad de decir: “aquí estoy, y sí me importa lo que pasa en mi comunidad”.
Cojedes no necesita más mesías, necesita más conciencia, más participación, más comunidad.
Este 27 de julio, votar no es un favor a nadie.
Es un acto de dignidad.
Josué Gómez
Director Nacional Juvenil de Soluciones para Venezuela.
