El adelantado escenario electoral en el que está inmerso el extremismo opositor y el gobierno no es un hecho casual. Inundadas las redes sociales y medios de comunicación con actividades proselitistas, alianzas, zancadillas y demás elementos propios de campañas, los grandes problemas de los ciudadanos han sido barridos debajo de la alfombra. La difusión de protestas y reclamos de los trabajadores por mejoras salariales, de usuarios por los pésimos servicios de salud pública y otros, disminuyeron. El gobierno logra sacar de la agenda su punto más débil: una pésima gestión.
También parece olvidado el asunto de la lucha contra la corrupción en el manejo de fondos públicos, cómo el caso PDVSA/CRIPTO que dejó en evidencia la falta de control estatal sobre los recursos, y para mantener el foco de atención en ello, hacen correr descaradamente rumores de «adelanto». Una macabra, pero bien diseñada estrategia.
El Gobierno no es el único beneficiado. Del otro lado lograron borrar de la memoria de muchos venezolanos el fracaso del «Interinato», el dinero del concierto que nunca apareció, las denuncias por el caso MONOMEROS, la plata que el gobierno de EEUU dice haberles entregado. Sólo se habla de elecciones. Los costosos aparatos comunicacionales de los extremos también minimizaron el reclamo sobre el dinero cuya entrega fue acordado en México y debía ser destinado a programas y obras sociales.
Los únicos favorecidos con el prematuro «debate» electoral son las élites del gobierno y la oposición extremista, de eso no cabe duda.
Ambos grupos fundamentan sus aspiraciones en la emotividad, unos apelando al nacionalismo, intentan terminar de atornillar el odio de sus seguidores en contra de los promotores de sanciones pero sin una visión clara de como sacar al país de la crisis que generaron en poco más de dos décadas en el poder; los otros, ofrecen venganza y cárcel, intentando también convertir el rechazo a una terrible gestión de gobierno en necesidad de justiciero (a), pero las ofertas para solucionar la crisis son escasas, se quedan en el simple enunciado.
Los «encampañados» hablan mucho,pero dicen poco. Parece haber sólo dos propuestas sobre la mesa: el continuismo fracasado que quebró el país y,por otro lado, la privatización de PDVSA, salud y educación; ninguna de ellas conviene a los venezolanos. La primera representa pobreza y la segunda, condenar a un pueblo empobrecido a alejarse de las aulas escolares y académicas, y desmontar el sistema de salud público que, con sus falencias, es al único que tienen acceso los más humildes.
Ni el estado «todero» ni el endeble y sin capacidad de respuesta son la solución a los problemas del país. Los venezolanos no podemos dejarnos entrampar en esas propuestas; entregar PDVSA a particulares y convertir al Estado en ente sin respuestas es tan dañino como partidizarla y usarla como caja chica; privatizar educación y salud puede parecer una excelente propuesta a la minoría que puede pagarlo, pero afecta gravemente a la mayoría empobrecida del país; lo que necesitamos es un Estado que reduzca su radio de acción a los servicios básicos que necesita el ciudadano (salud; educación; agua; infraestructura vial, entre otros) y se dedique a incentivar efectivamente la producción interna.
En Soluciones para Venezuela apostamos al cambio de modelo económico impulsado desde el Estado, con la intervención mínima necesaria que garantice la justicia social y económica en el país, no un salto al vacío que agrave la situación de nuestro pueblo.
